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Los padres que no pudieron amar a sus hijos. Historias de adopciones revocables
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Los padres que no pudieron amar a sus hijos. Historias de adopciones revocables

  • - 2025-06-22

DOMINGA.– Maricela y Fernando llegaron al DIF del Estado de México con las maletas de una niña de seis años y muchas preguntas que quedarán sin resolver. Tres semanas atrás, esa misma pareja partió con la ilusión intacta, con la esperanza de que el sueño de ser padres fuera realidad tras cuatro años de espera. Se prepararon con esmero: cursos privados, asesorías psicológicas, largas veladas en pareja discutiendo cada detalle, cada temor, cada esperanza.Pero la realidad les mostró otra cara. El portarretrato que adornaba la sala quedó vacío y la promesa de una familia feliz empezó a desvanecerse. Después de 21 días compartiendo momentos con la pequeña, a quién llamaremos Valeria, sintieron que quizás no era lo que imaginaron. La niña tuvo que regresar a aquella cama que antes ocupaba en el albergue. Detrás de sus ojos había un diagnóstico de abuso sexual que, al parecer, nadie quiso o pudo esclarecer o resolver: ni sus nuevos padres adoptivos, ni la institución, menos sus padres biológicos.Regresar a un hijo es tan impensable que si googleas “Adopté y me arrepentí” saldrá información de cómo regresar a un perro. Pero arrepentirse de haber adoptado a un niño o niña sí pasa y es lo más vergonzoso y estigmatizado. La sociedad prefiere escandalizarse antes que preguntarse: ¿cuántos padres biológicos también han sentido que sus hijos no cumplieron sus expectativas?En México hay padres que renuncian a la adopción, luego del largo viacrucis que implica –un proceso que suele durar más de un año–, y reintegran al menor. Lo hacen en silencio, con culpa, con miedo al juicio social. La adopción es un proceso complejo, solitario y a menudo mal acompañado por las instituciones. En el país la adopción es considerada un acto irrevocable, lo que significa que una vez que se ha consumado legalmente, no puede ser revocada por los padres adoptivos o por el adoptado. Aunque existen algunos casos excepcionales donde se permite la revocación bajo la categoría de “ingratitud del adoptado”: si comete algún delito intencional contra la persona, la honra o los bienes del adoptante, de su cónyuge, ascendientes o descendientes. Esto es una excepción a la regla general y se encuentra limitado por la ley. La adopción revocable es permitida en algunos estados, como Campeche, Jalisco, Sonora, Guerrero y Guanajuato, en casos de “ingratitud del adoptado”, entre otras causas. Sin embargo, estas causales son específicas de cada estado.En el resto del país la adopción es un acto jurídico irrevocable, sin embargo la revocación ocurre y las historias aquí contadas lo demuestran… sólo que de eso no se publican cifras. Las cifras nacionales muestran que entre 2014 y 2024 se reportaron 2 mil 682 adopciones concluidas, y 6 mil 160 según consultas a procuradurías estatales. De las revocaciones, ni las procuradurías, ni las instituciones públicas o privadas dan registros.​“La niña ‘favorita’ de una directora del DIF”Para Maricela y Fernando todo parecía haber fallado. Pero ¿qué ocurrió realmente? ¿Por qué una pareja que tanto anhelaba la alegría de un hijo termina devolviéndolo?Llevaban más de una década juntos cuando decidieron adoptar. Se conocieron hace más de 20 años, trabajan en una universidad pública de la Ciudad de México y, tras múltiples intentos fallidos de convertirse en padres biológicos, se adentraron en el tortuoso mundo de la adopción. Ya superaban los 35 años, por lo que sabían que el bebé soñado no llegaría; así que tendrían que adoptar.La pareja le da sorbos a un café al poniente de la Ciudad de México, entre recuerdos que todavía incomodan. “Nos ofrecieron a Valeria como si fuera un regalo especial: ‘es la favorita de una directora del DIF, se la lleva a su casa los fines de semana. ¿La quieren?, nos dijeron”. La forma en que se presentó aquella oportunidad debió sonar extraña. Pero a veces el anhelo ciega.A Fernando le extrañó que le ofrecieran a una niña “favorita”, cuando se supone que los menores no pueden salir de la institución, a casa de nadie, por muy directivo que sea, pero la emoción lo invadió y sólo miro la oportunidad. Aun así, la ilusión le ganó a la sospecha. No hubo convivencias previas, ni visitas supervisadas al albergue, como dictan los protocolos. Se les informó que eran los “elegidos” y que el periodo de adaptación sería en casa. Lo que rompió con todo el proceso de adopción que recomienda meses de vínculo progresivo. “Tenía seis años, una mirada ausente, como sí estuviera sedada”, recuerda Maricela. La niña los llamó ‘mamá’ y ‘papá’ desde el primer minuto. “Así nos presentó la directora. Todo fue rápido, sin espacio para hacer preguntas. No sabíamos nada sobre su origen ni sobre su historia”. Pero la ilusión se esfumó.Valeria se orinó y defecó en la cama. “Se bajaba el calzoncito y lo hacía encima de las cobijas”, dice Maricela. Lo que siguió fue una cadena de alarmas que los llevaron a descubrir que la niña tomaba antidepresivos, pero nadie lo había informado antes. Después siguió otra serie de comportamientos que psicólogos calificarían como secuelas de abuso sexual. “Lo dijimos en el DIF. Contamos lo que los especialistas habían detectado. Su respuesta fue simple: que eso no constaba en el expediente, que era mentira. Nos pidieron que dejáramos la maleta y nos retiráramos. Sin más. Nunca volvimos a verla”. Maricela y Fernando confiesan algo que no muchas personas se atreverían a decir: al dejarla, sintieron alivio. No porque no quisieran a Valeria, sino porque sabían que no estaban preparados para criarla, no estaban preparados para su dolor ni para el suyo propio. Una psicóloga les hizo la pregunta que nadie más se atrevió a formular: “Después de todos estos años esperando adoptar… ¿quieren quedarse con su hija?”. La respuesta, dolorosa pero honesta, fue no.Devolver a un hijo adoptivo es altamente juzgadoDarla Delgado, psicóloga y quien lleva en su consultorio casos de padres adoptivos, explica que la llegada de un hijo, biológicamente o por adopción, suele traer muchas expectativas que no siempre coinciden con la realidad. Cuando nace o se adopta a un bebé, pensamos que el vínculo será inmediato, pero la verdad es que no. Que unos padres adoptivos devuelvan al hijo es altamente juzgado, porque la crianza están bajo constante juicio social. “La opinión de los demás sobre cómo debemos criar a nuestros hijos es muy frecuente e intentamos ajustarnos a esas expectativas”.“El acompañamiento en la crianza debe basarse en comprender por qué y para qué queremos un hijo. No sólo por miedo a la soledad, sino también por expectativas, como que sea futbolista o que cumpla ciertos sueños propios. Es fundamental reconocer que los hijos, biológicos o adoptivos, tienen su propio camino y personalidad y su desarrollo debe ser respetado y acompañado con amor”, explica.Muchas ideas preconcebidas llevan a pensar que el hijo debe cumplir con ciertos ideales o expectativas que hemos creado en nuestra mente, agrega la psicóloga.Por supuesto que el DIF les retiró a Fernando y Maricela cualquier opción de adoptar, pasaron otros cuatro años y ahora lo intentaron en instituciones privadas, albergues o casas hogar dirigidos por monjas, especialmente uno, en Morelos, donde esperaban de nuevo a una niña entre dos y cinco años, les llevó ocho años en total hacerse padres adoptivos hasta que lo lograron de nuevo. No hubo historial negro para ellos. Los años que siguieron los utilizaron para llegar más preparados, tomaron terapia de forma privada, pues buscaron ayuda especializada de forma pública pero “no hallamos ninguna escuela para padres adoptivos y es que, si nadie te prepara para ser madre o padre, mucho menos para adoptar”, dicen ambos.En instituciones privadas, como casas hogar autónomas, ya ofrecen cursos que rondan los cinco mil pesos donde “guían” a los padres para alertarlos sobre lo que viene: procesos de vinculación con el menor, sensibilidad para entender que llevarán a casa a un niño que ya fue abandonado y probablemente maltratado. Si toman los cursos les suma puntos y se acelera la lista de espera.​La madre que realmente no quería ser mamáDesde niña, Berenice soñaba con ser mamá. Era de esas niñas que cuidaban a sus muñecos como si fueran bebés reales, cambiándoles el pañal, dándoles la mamila. Siempre se sintió fascinada por los bebés, por esa vulnerabilidad que invita al cuidado. A los 30 años empezó a buscar embarazarse. A los 35, sin éxito, se inscribió al proceso de adopción. Tres años después, a los 38, le entregaron a Ángel, un bebé de apenas un año.“Después de los 42 ya no te consideran apto para adoptar según las reglas del albergue al que me acerqué, y a los 38 ya no eres candidata para recién nacidos, por eso me tocó un niño de un año”. Berenice vivía con miedo de que también en la adopción el tiempo se le agotara. Por eso, cuando llegó Ángel, sintió que era ahora o nunca. Lo adoptó junto con su esposo, llevaban una década juntos. Siendo una mujer económicamente independiente, atractiva, dedicada al marketingy con una vida estable, todo parecía alinearse para que formaran la familia que tanto habían esperado. Pero la historia no se escribió como ella lo había imaginado. Desde que Ángel llegó a su casa cambió la relación de pareja, a Berenice le pesaba levantarse en las madrugadas a atender el llanto incontrolable del bebé, se le hacían titánicas las tareas de bañarlo, prepararle la comida, jugar con él, lavarle la ropa, todo se le hacía tan pesado, pero ¿por qué?, se preguntaba. Si se supone que las mamás son incansables, que hacen esas cosas con amor, con naturalidad protegen a sus hijos. A Berenice le pesaba y lo peor es que ese sentimiento no lo expresaba ni con su mamá, “me daba pena ser juzgada, de eso no se habla”, dice.Darla, la psicóloga, coincide en que no es un tema que se diga en voz alta, pero que los hijos también desilusionan al ego de sus padres tanto biológicos como adoptivos. “En el caso de los padres adoptivos, hay un factor más en contra, pues para generar un vínculo amoroso se tiene que cumplir una necesidad humana muy primitiva: que es que se parezca a nosotros y, si no es así, la ecuación falla”. Es común que busquemos que nuestros hijos sean tal como soñamos, pero esto puede crear una distancia emocional si no logramos cumplir nuestras expectativas. “Y en la última década, me atrevería a decir que hay más desilusión por parte de los padres, pues con más diagnósticos y reconocimiento de trastornos mentales, algunos niños muestran características o dificultades que antes no se detectaban o aceptaban tan fácilmente. Esto puede generar decepción en los padres”, dice la psicóloga.Eso le pasaba a Berenice, por más que se esforzaba, nunca sintió ese amor que creyó sentiría apenas le dieran a su hijo, la verdad es que no lo experimentó jamás y la culpa la carcomía por dentro; en silencio vivió todos esos sentimientos de rechazo, qué le diría a sus amigas, qué le diría a los compañeros de trabajo, a su familia, incluso a su esposo que parecía encariñarse con el niño. Al paso de los meses su relación comenzó a fracturarse y terminó. El marido se salió de la casa sin llevarse a Ángel. Entonces Berenice cayó en depresión y se atrevió a decirlo: “nunca me vinculé con mi hijo adoptivo, nunca sentí ese amor incondicional que dicen tener las madres biológicas. Todo el mundo me juzgó cuando lo regresé, pero estoy segura que, de quedármelo, íbamos a ser infelices los dos, hoy deje atrás la idea de ser madre, estoy sola, pero en paz conmigo”, dice.Berenice cree que hubiera sido peor sentirse infeliz y hacer infeliz al niño.Los hijos hablan En un recorrido por foros de discusión sobre la adopción revocable, como reddit.com, encontré muchas historias de padres que por una u otra razón se arrepintieron de su decisión, pero también historias con la otra cara de la moneda: los hijos adoptivos. “Soy adoptada y he tenido muchos problemas tanto por el hecho de ser abandonada o separada de mis padres, como por la ignorancia de mis padres adoptivos. Mis padres adoptivos hicieron todo lo mejor que sabían con las herramientas que tenían, con los consejos que les daban, pero no viví con naturalidad mi adopción, era algo que se tenía que tapar y mis padres nunca hablaron de ello”, escribe la usuaria ‘Peter Carmolla’.“Pasé de la sumisión por miedo a un nuevo abandono a una rebeldía absoluta para provocarlo, todo a nivel inconsciente claro, mis padres adoptivos querían ponerse en el papel de los únicos padres y no pudieron ver que yo tenía otra historia detrás”, dice ‘Laura Casado’ sobre ese dolor que tuvo durante su niñez y juventud.Las reacciones en foros públicos sobre la adopción revocable son altamente reprochables: “¡Por Dios! Si cambiamos las palabras por autos (Mercedes, Toyota) tendría sentido de una manera aterradora. ‘Ay, si hubiera esperado por la Mercedes no hubiera tenido que comprar el Toyota’. El problema es que los niños no son mercancía”, escribe el usuario ‘Glittering Dark’ a una mujer que dice honestamente que está arrepentida porque no logra querer a su hija.Los números de la realidadSegún la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, impulsadas por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia y la Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes,el proceso de adopción es un derecho de niñas, niños y adolescentes que por distintas circunstancias no pudieron permanecer con su familia originaria. Y ante esas situaciones de desamparo familiar y ante contextos de violencia, abuso y abandono, requieren una nueva familia que debe ser asignada por parte del Estado, previa evaluación exhaustiva que la certifique como idónea, con el fin de brindarle un entorno seguro, amoroso y que haga posible su desarrollo integral.Esta ley también reconoce cuatro tipos de cuidado alternativo: reunificación con familia ampliada o extensa, acogimiento familiar, adopción y acogimiento residencial. Salvo la adopción, estos cuidados alternativos son de carácter temporal, en tanto las niñas, niños o adolescentes pueden ser reunificados o integrados a su entorno familiar.Sólo 20% de las niñas, niños o adolescentes que se encuentran en los Centros de Asistencia Social o en otro cuidado alternativo regresan con su familia de origen y al menos 20% llegan a ser susceptibles de adopción por su condición de abandono, exposición o porque sea inviable el regreso a su familia de origen. Este 2025, se estima que mil 356 niñas, niños o adolescentes son susceptibles de ser adoptados y están en la espera de una familia en alguna institución del país. La adopción es un acto de amor, sí, pero también de compromiso, preparación y responsabilidad emocional. Y como todo lo humano, puede que no siempre resulte. Pero las instituciones deberían estar preparadas también para estos escenarios. En una revocación, algo falló en el proceso de adopción.GSC/ASG


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